Hace pocos meses, en el I congreso universitario de
protocolo y comunicación, organizado por la Universidad Camilo José Cela de
Madrid, se trataron diversos puntos de vista de la actualidad en torno a la
visión de la comunicación y el protocolo como un arma común y base sustancial
de lo que hoy promovemos o entendemos por organización de actos o eventos.
En una didáctica y fructífera mesa redonda, se
debatió sobre el uso adecuado de ciertas terminologías utilizadas por los
medios de comunicación y que, para nada, se adecuan a la realidad de aquellos
que defendemos y trabajamos por un concepto del protocolo moderno y cercano a
la sociedad.
Frases como “romper o saltarse el protocolo”,
“ausencia de protocolo”, “gastos de protocolo”, son algunos de los ejemplos por
los que debemos pasar diariamente los que nos debemos a esta profesión y que no
hacen más que dañar nuestra imagen, tanto a nivel profesional como a nivel
social.
Es muy frecuente la utilización de una terminología
o lenguaje totalmente inadecuado a la situación que corresponde. Siempre
debemos hablar con propiedad, -es una máxima de la educación que se presupone a
cualquier persona-, pero más aún, dependiendo del lugar donde nos encontremos.
No es lo mismo utilizar un lenguaje familiar o incluso “descuidado” cuando nos
encontramos con nuestras intimas amistades en una cena de aniversario, que
cuando tenemos que pronunciar un discurso o dirigirnos a un número determinado
o indeterminado de personas. Lo que viene a ser lo mismo: siempre hay que usar
las palabras adecuadas al contexto en el que nos encontramos.
Entonces, si una institución recoge dentro de su
reglamento, -llamémosle de protocolo, de honores, de distinciones, etc.-, una
serie de conceptos o sustantivos propios de esa área de actuación, es lógico
que este lenguaje sea el utilizado cuando se habla o se aplican algunos de sus
preceptos, tanto a nivel social en un evento público o privado, como en los
medios de comunicación al publicar una noticia relacionada con ello.
Poniendo un ejemplo del ámbito oficial, estos
reglamentos suelen recoger distinciones como nombramientos honoríficos,
concesiones de medallas, reconocimientos públicos, entrega de regalos o
detalles institucionales,... Si se concede un galardón como Hijo Predilecto a
un vecino de un municipio, hablamos de eso, de hijo predilecto; si se entrega
una Medalla de Oro, Plata o Bronce, se habla de medalla y si se hace un regalo
o un detalle, se habla de eso, de regalos o presentes.
En la fotografía: D. Vicente Sáenz de Miera, ex-Presidente de Central Lechera Asturiana, recoge la medalla otorgada por el Ayuntamiento de Siero.
Si los medios de comunicación son los transmisores
de la información, esa información, además de ser veraz, tiene que adecuarse a
un lenguaje, por un lado periodístico y por otro, ajustado, como hemos citado,
al contexto en el que se da o se produce la noticia.
Hace pocas fechas, el 12 de octubre, con motivo de
la Fiesta de la Virgen del Pilar, patrona del Cuerpo de la Guardia Civil, en
muchos lugares de España se concedieron o entregaron premios o condecoraciones
a muchos agentes o guardias por distintos motivos, por algún acto de servicio,
antigüedad en el puesto, o cualquier otro.
En alguno de estos actos se impusieron medallas,
condecoraciones o insignias, sin embargo, en los medios de comunicación, no se
ha expresado con propiedad el motivo y el objeto de esta concesión.
En la fotografía: el alcalde de Siero coloca la insignia del Ayuntamiento a un guardia civil.
Es cierto que, en el ámbito social, tiene más
relevancia la entrega de una medalla (como todos más o menos entendemos), que
una insignia. Tiene mayor calado y reconocimiento publicar que se entrega una
medalla, aunque no sea así, que una simple insignia. Aun así, si se entrega una
insignia, que a los efectos, puede incluso que sea económicamente más costosa
que una medalla institucional, los medios de comunicación deberían expresar
correctamente lo que se ha concedido y no aunar en un mismo concepto distintos
atributos o galardones.
Por seguir con el ejemplo. Con buen criterio, el
Ayuntamiento del municipio de Siero, en el Principado de Asturias, en
ocasiones, como se recoge en su Reglamento de Protocolo y de Honores y
Distinciones, impone la insignia de oro o de plata. Esta insignia se
corresponde (en forma de pin) con la imagen del escudo municipal en uno de
estos materiales. Además de ser un regalo corporativo, también lo ostentan y se
concede, a todos los munícipes en el día de su toma de posesión como concejales
de esta corporación, la de plata a todos los ediles y la de oro, al que es
elegido como Alcalde.
En la fotografía: la Medalla del Alcalde del Ayuntamiento de Siero
Pues bien, en los distintos medios escritos, se
publicó la noticia de que el Ayuntamiento de Siero, a través de su alcalde,
concedió la medalla de plata a un guardia civil. La medalla de plata de la que
hablamos, consiste en un disco de oro, plata o bronce, según la categoría, con
unas dimensiones determinadas y donde se refleja el escudo de Siero y la
inscripción “Medalla de...”,en su anverso y el nombre de la persona distinguida
y la fecha de otorgamiento, en su reverso. También se indica que el portador la
llevará colgada al cuello con una cinta del color de la bandera del concejo.
Por su parte, la insignia de solapa, consiste en una
reproducción del escudo de Siero, en el material que corresponda de oro o de
plata, la cual tiene las medidas y dimensiones, más o menos generales, de lo
que todos conocemos por un pin.
Así pues, si los medios de comunicación informan
sobre esto, socialmente se entiende lo primero, que se entrega una medalla, lo
cual es incierto, no se ha concedido ninguna medalla, sino que se ha impuesto
una insignia de solapa.
En la fotografía: medallón regalado por el Ayuntamiento de Blagñac (Toulouse - Francia)
al Ayuntamiento de Siero en una visita oficial.
Vivimos en la sociedad de la
información. Cada día millones de personas, lo primero que hacen al
comenzar el día es comprar un periódico, pegarse al teléfono móvil, al
ordenador, buscan información en multitud de canales sobre multitud de
actividades, ya sean profesionales o ya sean personales.
Entonces, si esto es una realidad,
utilicemos la información como tal y potenciémosla, no la usemos al antojo del
espectador, seamos coherentes con lo que cada uno somos y lo que pretendemos.
Es raro el día en el que, en algún medio de comunicación,
no salga la palabra protocolo. Ya sea por el incorrecto uso que hacen de
él los políticos, ya sea por el difuso mensaje que transmiten los medios de
comunicación y, en consecuencia, la errónea percepción que de ello repercute en
la sociedad.
Por ello, es nuestra obligación, junto con los
medios de comunicación, el no confundir a la sociedad y, de una vez por todas,
hagamos ver que comunicación y protocolo son dos ramas del mismo árbol. Debemos
conseguir que la sociedad deje de considerar el protocolo como algo propio y
exclusivo de la realeza, del poder político, de la etiqueta, del saber estar,
del glamour, de los realities de televisión y un sinfín de conceptos que se
alejan años luz de nuestra verdadera realidad.
Es la obligación de ese árbol que cada día tiene más
ramas y más hojas, no dejemos que se marchiten sus flores y que, cada pétalo,
sea la voz de la defensa y el respeto por los profesionales del protocolo, la
organización de eventos y la comunicación.
Coordinador de QOE Asturias
* Este artículo ha sido publicado en la Revista Protocolo Nº68
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