La elección de un Papa es un ritual de larga tradición
que está regulado hasta el más mínimo detalle.
Juan Pablo II lo reformó en 1996 en su escrito "Universi
Domini Gregis". Sin embargo, no existe una hoja de ruta establecida
para el relevo en caso de dimisión.
Juan María Laboa, experto en la materia, apunta que
"en el derecho canónico no hay nada
contemplado para una situación como ésta. Hasta el pasado día 28 de febrero, el
Papa fue la máxima autoridad de la Iglesia y fue él, junto al Consistorio,
quien decidió cuáles eran los pasos a dar".
120 cardenales de todo el mundo han sido
convocados, aunque sólo 115 estarán presentes, pues tres han superado la edad
máxima para ser elector (80 años), uno se ha excusado por motivos de salud y
otro ha renunciado por "comportamientos sexuales inadecuados". De
entre ellos saldrá el Papa, aunque en realidad puede ser elegido cualquier
varón con pleno uso de razón.
Proceden de 48 países. Europa ostenta la mayoría entre
los cardenales electores, con un total de 62, seguida de América Latina, con
19.
El Cónclave para la elección del sucesor debe
celebrarse como muy pronto 15 días después de la muerte o renuncia del papa y
como muy tarde veinte. Pero Benedicto XVI firmó un “motu proprio” el pasado día 22 de febrero que permite anticipar el
Cónclave si se constata la presencia en Roma de todos los cardenales electores.
La elección se celebra en la Capilla Sixtina del Vaticano.
El cónclave es la reunión que celebra el Colegio
cardenalicio de la Iglesia Católica Romana para elegir a un nuevo obispo de
Roma, cargo que lleva aparejados el de Papa (Sumo Pontífice y Pastor Supremo de
la Iglesia Católica) y el de jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano.
La celebración del cónclave pone en escena uno de
los ritos más antiguos y más estrictamente detallados de la Historia de la
Humanidad. Son ceremonias, signos, expresiones, protocolos... que poco tienen
que ver con la vida ordinaria y de los que conviene conocer su significado para
no perderse en el maremágnum de información de estos días.
El término cónclave procede del latín “cum clavis" ("bajo
llave"), por las condiciones de reclusión y máximo aislamiento del mundo
exterior en que debe desarrollarse la elección, con el fin de evitar
intromisiones de cualquier tipo. Realmente, la sala de elecciones, la Capilla
Sixtina, se cierra con llave tanto desde el interior como desde el exterior
después de que se pronuncia el "Extra
omnes!" (¡Todos fuera!).
Este sistema de encerrar a los electores del Papa,
vigente al menos desde el II Concilio de Lyon en 1274, fue mitigado por Juan
Pablo II en la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis (UDG), sobre la
Vacante Apostólica y la elección del nuevo Pontífice. Se establece en ella que
los electores pueden residir, mientras dura el cónclave, en la recién
construida Casa de Sta Marta, una residencia al efecto en el propio Vaticano,
pero manteniendo la rigurosa prohibición de cualquier clase de contacto con el
mundo exterior.
Desde hace siglos, los cónclaves tienen lugar en la
Capilla Sixtina, dentro del complejo del Vaticano.
Los cardenales celebran por la mañana en la Basílica
de San Pedro una misa "Pro eligendo
Papa". Por la tarde, se visten un roquete y cantan el "Veni Creator" en la Capilla Paolina
para pedir la ayuda del Espíritu Santo. Más tarde entran en la Capilla Sixtina.
La elección puede durar horas, días o semanas. El
primer día del Cónclave sólo hay una ronda electoral. Cada jornada se programan
dos escrutinios o tandas de votaciones, una por la mañana y otra por la tarde.
Antes, los cardenales celebran la eucaristía y asisten a la predicación de uno
de ellos. En cada escrutinio se vota dos veces si es necesario, aunque si se
alcanzan los dos tercios de los votos se interrumpe el proceso, pues es la
cantidad necesaria para ser proclamado Papa.
El resto de la jornada, los cardenales hablan entre
ellos y descansan en la Casa Santa Marta, cuyas habitaciones se adjudican por
sorteo. Antes de que existiera esta residencia, vivían en los aledaños de la
Capilla Sixtina, en cubículos separados por biombos y con sólo un baño para
todos.
Es necesaria una mayoría de dos tercios y si la
elección no se produce durante varios días, se puede elegir por mayoría
absoluta. A esta segunda modalidad se puede recurrir como muy pronto a partir
de la trigésima ronda electoral. A partir de entonces, se puede celebrar una
elección en la que sólo salgan a votación los dos favoritos.
El voto es personal y secreto. Los cardenales no se
pueden abstener de ejercerlo. Han de escribir el nombre de su elegido "según
la voluntad de Dios" en una papeleta con una caligrafía lo menos parecida
posible a su forma normal de escribir. Cuando son llamados, acuden a la urna
con la papeleta en alto, la colocan en un plato y con éste la introducen en la
urna.
Los cardenales enfermos también pueden votar pero tienen que poder quedarse en el Vaticano durante todo el Cónclave. Entre los cardenales hay tres "infirmarii" encargados de los enfermos. Si los enfermos están en cama, los "infirmarii" van a recoger la papeleta y la depositan en su nombre en la urna. Pensando especialmente en los cardenales enfermos y de edad avanzada, Juan Pablo II mandó construir dentro del Vaticano una casa de huéspedes, para que tuvieran un alojamiento apropiado durante el Cónclave.
La elección se produce a puerta cerrada en
medio de un gran hermetismo (cónclave = con llave). La Capilla Sixtina es
registrada por expertos en busca de micrófonos o cámaras de televisión ocultas.
Las grabadoras están también prohibidas. Durante el Cónclave, los cardenales
electores no tienen permitido telefonear, ni recibir correspondencia, ni leer
el diario, ni ver la televisión. Además, se comprometen a guardar silencio sobre
todo lo hablado durante el Cónclave. No se publican los resultados de las
rondas electivas.
En el caso de no respetar el juramento de secreto que
han hecho, quedan excomulgados “latae sententiae” (de forma inmediata y
sin necesidad de juicio previo).
Tras la elección, el decano del colegio cardenalicio
pregunta al elegido si acepta el cargo y con qué nombre quiere gobernar.
A continuación pasa a la llamada Sala de las Lágrimas,
donde se viste con una de las tres sotanas de distinto tamaño dispuestas para
él. Se llama así a esta pequeña sacristía pues dice la tradición que allí
lloran por primera vez los que han sido elegidos, conscientes de la
responsabilidad que asumen.
La elección del Papa se anuncia poco después
de la elección. Se puede reconocer porque de la chimenea de la Capilla Sixtina
sale humo blanco al quemarse las papeletas. Antes, cuando las rondas electivas
concluyen sin la elección de un pontífice, las papeletas se mezclan con pez, de
manera que al quemarse emiten un humo negro.
Por primera vez, en este Cónclave habrá dos estufas:
una para quemar las papeletas y los apuntes de los cardenales tras cada
votación y otra para producir humo de color con pastillas químicas. El humo
blanco indicará que se ha elegido al Papa.
Los cardenales le juran obediencia, se reza una
oración de acción de gracias y el llamado "cardenal protodiácono"
presenta al nuevo papa en la Plaza de San Pedro con la fórmula "Habemus papam". El nuevo pontífice
se presenta entonces ante la multitud e imparte su primera bendición "Urbi et Orbe" ("a la ciudad y
el mundo").
Directora-Gerente de "Más Que Eventos"
Miembro de QOE Asturias
muy buena la pagina, me ayudo mucho en mi trabajo
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