La pareja se unió en una
ceremonia civil, pues el novio aún no dispone de la nulidad eclesiástica de su
primer matrimonio. Como todos sabemos, la etiqueta para una boda civil es un
“poco” diferente a la de una unión eclesiástica, aunque el cambio de usos
sociales (sobre todo, la mayor cantidad de bodas civiles que en el pasado),
está derivando en una evolución de esta ceremonia: de celebrarse únicamente en
juzgados y oficiada por juez o funcionario correspondiente, pasó a poder ser
celebrada también en ayuntamientos y, por tanto, oficiada por el alcalde o
alcaldesa o persona en quien esta autoridad delegue. Incluso, puede celebrarse
en un lugar privado, como en el caso que nos ocupa, siendo una finca privada de
Ronda el lugar elegido. ¡Genial para el mercado de la organización de eventos!
Como a mi me gusta partir siempre
de las referencias de autoridades en la materia, estos días repasé a dos de mis
autores de cabecera en protocolo social: Camilo López y María Rosa Marchesi. En
el año 1991, el primero todavía escribe que “los matrimonios civiles han
perdido el aire de semiclandestinidad que llegaron a tener en algún tiempo” y
señala algo muy interesante: “las normas clásicas de urbanidad recomiendan
discreción en las bodas civiles”. En cuanto a la segunda, parte de una
diferenciación: mientras que el vestido de la novia (así como el de la madrina
y testigos femeninas) está más sujeto a los vaivenes de la moda, el vestuario
del novio, padrino o testigos está más sometido a la tradición.
Maria Rosa Marchesi señala que el
novio puede ir “con traje oscuro de calle, de chaqué o de uniforme civil o
militar, pero no de esmoquín”. La autora escribe que el chaqué se lleva con
“zapatos negros lisos” y que “el chaleco y la corbata suelen ser grises en
las bodas”. ¡Mucho ha cambiado la etiqueta desde 1995, año de publicación
de “El protocolo, hoy”!. Sólo hay que recordar la boda del Príncipe Felipe con
doña Leticia Ortiz, en la que los caballeros lucieron variados colores (e
incluso estampados) en sus chalecos y corbatas.
Maria Rosa Marchesi no nos dice
nada de la chistera o “sombrero de copa alta” pues, simplemente, en España no
tenemos costumbre de usarla. Precedentes, ya los hay, y yo recuerdo uno con
claridad: Boris Izaguirre en la boda de Rafael Medina con Laura Vecino. La
llevó bastante bien, como un guiño a la originalidad o una forma de llamar la
atención.
En este caso, el uso de la
chistera en esta boda vino determinado por la elección de los novios, quienes
así se lo hicieron saber a sus invitados. El protocolo y la etiqueta nada dicen
al respecto, por no ser habitual en nuestro país; se trató de un capricho
personal, que puede ser considerado acertado o no (según gustos). A mí,
particularmente, no me gusta nada, pues afea a los señores y supongo que en su
extensa mayoría, era la primera vez que lo usaban (lo que está reñido con
llevar algo con elegancia).
Sin embargo, debo reconocer que
desde el punto de vista de la organización del evento, el uso de la chistera
fue un detalle simpático que llamó la atención y que, de alguna forma,
contribuye a su éxito. Toda España hablando de la chistera... De vez en
cuando, es bueno caer en la frivolidad.
Fotografías: La Vanguardia, La Opinión de Málaga, lainformacion.com
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